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diciembreA los adolescentes: ¿Siempre los tendréis con vosotros?
Por William Castaño
Uno de los más grandes desafíos que se le presenta a la iglesia cristiana en nuestros tiempos, es el ministerio con los adolescentes, ya que, por su edad, su etapa de desarrollo, los desafíos que enfrentan día a día, la incomprensión de muchos padres y maestros y, de manera muy particular, por la gran cantidad de ellos que abandonan la iglesia a temprana edad, a pesar de haber estado en ella por mucho tiempo.
Muchos años atrás, se veían problemas similares, siempre ha habido deserción de adolescentes en las iglesias; pero el problema ahora es doble, no sólo el número de ellos que abandona la iglesia es mayor cada día, sino que también lo están haciendo a edades más tempranas cada vez.
Por ejemplo; una estadística de hace 20 años planteaba que muchos jóvenes abandonaban la iglesia hacia los 18 años; pero ahora, vemos con tristeza que muchos adolescentes, abandonan la iglesia o desertan, a partir de los 13-14 años. Nuestra preocupación debe ser cada día mayor.
Cómo podemos explicar que niños que han participado de las actividades de la iglesia por mucho tiempo, quizá desde la sala cuna; de manera tan repentina decidan alejarse de la iglesia, decidan ya no creer en nada, ni en nadie y, mucho peor, verlos ahora con vidas complicadas, sumidas en el pecado, vociferando en contra de las normas bíblicas y viviendo vidas desordenadas y vacías.
Las razones pueden ser múltiples, y seguramente nos tomaría varios artículos enumerarlas; pero permítanme presentarlas al menos cinco razones que considero muy importantes y que pueden ayudar a establecer pautas y llamados de atención para revisar este asunto que es muy generalizado y triste: La deserción de adolescentes de la iglesia, es una verdad inocultable y desafiante.
Primera razón. Las enseñanzas bíblicas que estos adolescentes reciben, en la iglesia, no son, en muchas ocasiones, ni pertinentes ni significativas. Esto quiere decir que lo que les estamos enseñando no tiene un significado profundo para sus vidas, no lo ven ni lo reciben como algo valioso y que pueden experimentar y usar en su cotidianidad. Es decir, la iglesia va por un lado y lo adolescentes por otro lado. Un adolescente necesita saber que lo que le están enseñando es útil ahora, lo puede usar para enfrentar este mundo tormentoso y salir victorioso.
Segunda razón. La falta de coherencia entre los que algunos maestros están enseñando y la manera en que están viviendo. Para un adolescente y, para cualquier discípulo o alumno, es mucho más importante la manera en que su maestro vive, que la cantidad de conocimiento que pueda transmitirle. Es importante que el adolescente vea, en la vida de su maestro, una íntima relación con Dios, una manera cristiana de enfrentar la vida. Coherencia, coherencia y más coherencia.
Tercera razón. Los adolescentes no están siendo involucrados activamente en las “cosas de Dios” en lo que corresponde a la misión de la iglesia. Muchos de ellos, a pesar que anhelan servir en la iglesia e involucrarse en el servicio, por medio de sus dones y talentos, no están siendo tenidos en cuenta. Muchas veces tenemos iglesias de adultos para los adultos y se nos olvida que ellos también son parte muy importante y dinámica de la iglesia.
Cuarta razón. La conversión o el nuevo nacimiento. Muchos de nuestros adolescentes han vivido “como cristianos”, pensando que son cristianos, ellos creen y las personas a su alrededor también, que han nacido de nuevo. Es que los hemos visto tantos años en la iglesia, su comportamiento es tan bonito, son hijos de creyentes, de tal manera, que llegamos a la conclusión que son hijos de Dios; pero es muy posible, qué solo sean hijos de hijos de Dios, es decir nietos, y la Biblia no menciona que estos tengan entrada en el Reino y la vida eterna. Debemos procurar constantemente una reevangelización y llevar a estos chicos a una experiencia de encuentro personal con Jesús.
Quinta razón. La idoneidad de los maestros. En la inmensa mayoría de los maestros de niños y adolescentes de las iglesias, hay buena voluntad, deseos de ayudarlos, amor por ellos; pero no siempre idoneidad. Es necesario que todos los maestros sean idóneos, pero en esta etapa de la vida es clave. Saber enseñar, saber transmitir, tener conocimientos mínimos de metodologías, técnicas, estrategias, es muy importante. El niño y el adolescente necesitan ver que su maestro los ama tanto que se prepara con esmero para enseñarles; la disposición es importante, el amor también, pero saber enseñar es esencial; no podemos seguir recibiendo a nuestros niños y adolescentes en la iglesia para ser solamente entretenidos, el mundo no juega con ellos, los ataca para destruirlos.
Si quiere capacitarse para ayudar a estos niños y adolescentes, en enseñanza, consejería etc.
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